El estraperlo en la posguerra de Melilla

 Igual que la guerra fue la posguerra.. Testimonios de aquellos que la vivieron con el dolor de las ausencias. La destrucción moral y material, y la violencia formaban parte de la vida diaria, porque el recuerdo más persistente y traumático es el hambre. La falta de alimentos, pan hecho de centeno, las cartillas de racionamiento, las colas interminables para lograr un pedazo de pan, la necesidad de comer las cáscaras de naranja, las mondas de patata, los dolores de tripa, los desmayos, las enfermedades, la muerte por desnutrición.

Tras la guerra civil, los alimentos escaseaban para alimentar a la población y, como en el resto de Europa, el mercado quedó intervenido por el Estado. El mercado negro creció de forma espectacular con el hambre más extendida en las grandes ciudades donde llegaban todos los días de forma clandestina alimentos procedentes de los pueblos de los alrededores. 

Por un lado estaban los grandes estraperlistas, que amasaron grandes fortunas que eran personas afines a la dictadura, cuyos contactos con los funcionarios corruptos permitieron que mantuvieran sus negocios sin problemas. 

Por el contrario, miles de pequeños estraperlistas, muchos de ellos marcados por el estigma de los vencidos en la guerra, cuyo único propósito era sobrevivir, fueron perseguidos por las autoridades.

 Llegaban caminando, en burro o en tranvía a la capital. Traían pequeñas cantidades de pan, huevos o patatas a la ciudad con el objeto de poder venderlos clandestinamente, pero a diario sufrían las requisas de la Guardia Civil, las multas, las denuncias e, incluso, en algunas ocasiones hasta condenas de cárcel. 

Ya sabemos de dónde salieron las grandes empresas.

El estraperlo en la posguerra de Melilla
Bernabé Herrada sobre el capó del coche



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